"Los Sueños Rotos"Él era todo lo que yo soñaba. Un dÃa se echó a la mar y comenzó para mi la misma angustia que tantas veces habÃa visto en los ojos de otras. Cuando habÃa temporal nos encontrábamos en el acantilado, con la respiración contenida y los puños apretados hasta que regresaban los barcos con nuestros hombres. Llegaban agotados, empapados en mar, con la mirada asustada del que le vio el rostro a la muerte y el alivio de verse a salvo en tierra firme. La alegrÃa al abrazar al ser amado se veÃa a veces ahogada por el llanto de quién sólo podÃa abrazar a la nada. Marchaban todos juntos y algunos no regresaban. Nunca pensé, a pesar del miedo y la angustia que pasaba casi a diario, que yo abrazarÃa a la nada. Aquel dÃa la tormenta era brutal. Estuvimos horas bajo la lluvia y el frÃo, a solas con nuestros temores. Cuando las sirenas del puerto anunciaron la llegada de los barcos, el nerviosismo aumentó. A lo lejos se veÃa como se elevaban sobre el mar para luego desaparecer engullidos por las olas. Dejábamos de respirar cuando el mar los envolvÃa y los gritos desgarrados cortaban el aire cuando emergÃan de entre la espuma. Algunas intentaban contar los barcos, pero era imposible: el mar jugaba con todos, izando unos y hundiendo otros. Yo tenÃa un pálpito y ese pálpito no era bueno. No lograba ver la gran proa dorada que abrÃa el paso del “MarÃa Cristina”. Con gran dificultad fueron entrando en el puerto. Llegaron todos... menos el “MarÃa Cristina”. Diez marineros y el capitán desaparecieron entre la tormenta. Toda mi vida era uno de ellos. Quitándole la vida al mar, el mar les quitó la vida. Pasé meses mirando al horizonte, pero el mar no contestó.Miguel Villa
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