Como os habÃa prometido en una anterior entrada la autora Castalia Cabott nos ha regalado un cuento corto o relato propio espero que os guste, y espero vuestros comentarios.
¡¡¡¡¡GRACIAS CASTALIA¡¡¡¡
Mi regalo para tu blog: un cuento corto.
Espero les guste:
DETECTIVE PRIVADO
Castalia Cabott.
Cuando te pagan 400 dólares el dÃa, tienes que ser buena. Y
lo soy. Algunas envidiosas, de esas amigas que nunca faltan, viven tirándome
darditos, que estoy loca, que es poco femenino, que nadie en su sano juicio
pensarÃa en hacer algo asÃ, etc etc, etc, la verdad es que ya no las escucho
porque si no habrÃa perdido amigas de toda la vida. ¿Qué tiene de raro mi
trabajo? Soy investigadora privada.
Bueno, el hecho de que no me haya recibido de maestra
porque querÃa vivir aventuras, no significa que mi decisión haya sido errónea.
¿Cómo lo logré? Pues por correo. Asà es, en este mundo de Internet para todo,
yo me recibà de P.I. por correspondencia. El curso duró cinco meses, tuve que
rendir y junto con el tÃtulo me enviaron una lupa, unas gafas oscuras amplias y
dos nunchakus, uno rojo, que uso en la cartera 24X7 y otro negro con unos
versos en japonés o coreano, aún no lo sé, precioso, ese lo colgué en mi
pequeña oficina. (por si no lo sabes nunchaku son esos dos palitos que se unen
por unas cadenas y con el que puedes golpear a alguien si tienes suerte o
golpearte a vos si esta te es esquiva), sea como sea, si los sacas, la gente lo
mira sorprendida, una vez un tipo la vio y comenzó a reÃr a carcajadas, (no sé
por qué) jamás pensó, (ni yo), que en mi enfado agarrarÃa uno de los palos, lo
revolearÃa y enviarÃa el nunchaku rojo justito a su nariz, rompiéndosela. No le
quedaron ganas de seguir riendo por cierto.
Y a partir de ese momento, mi salario por dÃa aumentó.
Cuando me recibà tenÃa 19 años, de eso han pasado cinco,
Luego de una larga vida como P.I. y de haber recuperado a una más que cuantiosa
cantidad de perros, loros y hasta gatos. Mi nombre… Telly Salas (en realidad me
llamo Estela Salas pero asà se llama mi tÃa y madrina y considerando que jamás
se acordó de su sobrina-ahijada, borré el Estela de mi vida y me quedé con
Telly, corto, lindo y genial). Como les decÃa ya soy conocida en mi zona y mucho
de mi buen nombre se lo debo a mi tÃo Cacho. ¡Gracias tiÃto! No hay nadie que
se cruce en su camino que no sepa de mÃ. Sé que exagera un poco, gracias a su
afición al cine y las pelÃculas de detectives privados, pero con el paso de los
años descubrà que mi tÃo me abrÃa puertas insospechadas alejándome de búsquedas
de cuatro patas.
Y aquà estoy, cuando la elegante Sylvia Guiner-Hyden de Del
Campillo aceptó sin mosquear 400 pesos el dÃa más viáticos por seguir al infiel
del marido y conseguir pruebas, me arrepentÃ. Con mi fama, y más si conocÃa a
mi tÃo, podrÃa haber pedido 100 más, pero ya que asà pasan las cosas, si
resolvÃa este caso, en cuanto todas las señoras ricachonas amigas de Sylvia
Guiner-Hyden, supieran de mà por sus propios labios, mi tarifa subirÃa a las
nubes.
Y en verdad merezco mucho más y la culpa de todo la tiene
el asquerosamente viril señor Rafael Del Campillo, deberÃan decirle Campi el
–mafioso. De impecable traje Armani (¿Por qué pienso con mentalidad de pobre?,
¡Debà cobrar 1000 la hora más gastos!), les decÃa que el señor parece tener una
sola rutina: de la casa al gimnasio, del gimnasio a comer afuera; del
restaurante a su casa.
Un momento, siguiéndolo descubrà que cuando digo su casa
digo exactamente eso; su casa,
porque a la mansión gigantesca de la elegante y oscardelarentarizada señora
Guiner-Hyden no veo que vaya.
Pregunta, a ver qué me dices: ¿Para ser infiel no debes
vivir con alguien? Si en una semana que
llevo vigilando al paquete impresionante, nunca jamás fue hasta la mansiónX2 de
la finÃsima y teñida señora Guiner-Hyden, ¿debo seguir pensando que es infiel?
Mi respuesta es No. Si no están juntos no hay fidelidad de la que averiguar.
¿Piensas lo mismo? Bien en una semana completé el perfil de Del Campillo, por
Dios ese tipo es un genio de la arquitectura si hasta lo aprecia el vendedor
del quiosco de la esquina. Amable, callado, y muy correcto. Eso sÃ, destila
sexo a mares y es un adicto al trabajo, pero ese es otro tema.
Es una suerte que no hayas estado cerca cuando se lo dije a
la loca de remate de Guiner-Hyden. La bruja no solo se convirtió en la
increÃble Hulk roja delante mÃo sino que insultó hasta mis antepasados en 4ta
generación y luego siguió con los del bendito infiel. En su locura algo entendÃ
y no sólo que me despidió ”sin paga por
inútil” sino que Del Campillo se habÃa ido de esa casa con el solo objeto de
alejarse del monstruo de Tasmania en que los celos convertÃan a su mujer.
Dije que era hermosa ¿no? De esas tipo modelo de revista y
que siempre envidiaremos, alta, delgada a no dar más, con una melena castaño
dorado y encima rica e inteligente, buena ropa, etc etc. Salà de su casa
arrepentida de no haber traÃdo mi arma (no esa que estarás pensando, algo sin
balas, odio las armas, me refiero a mi rociador de gas-pimienta), bueno cuando
se enojó me pareció sospechosamente parecida a Voldermond reencarnado. He
tratado con gente de toda calaña pero con una arpÃa como esta jamás. Si no
hubiera salido de ahà mi vida hubiera terminado.
La pregunta ahora es ¿A quién lo cobro los 400 diarios?
—Buenos dÃas Sr. Del Campillo
—Buenos dÃas, Jorge, al parecer perdimos otra vez
—Asà es señor, pero la tabla se ha puesto interesante
Llegar a la oficina siempre era bueno. Si pasas casi 19
horas diarias trabajando el rodearte de gente agradable desde que entras al
edificio ya hace que sea otra cosa.
—Hola, Nilsa —saludé al entrar, Mi secretarÃa, como cada
dÃa desde que la contraté, venÃa con una humeante taza de café negro hacia mÃ.
—Hola jefe cómo has amanecido ¿Alguna anécdota como para
matizar la reunión con SEUL?
Nilsa se referÃa a mi agitada vida durante la última semana
que se habÃa convertido en la delicia de todo el edificio casi. Al parecer
alguien me estaba siguiendo. Pero su torpeza era tal que cada vez que contaba
algo todos reÃan de manera descontrolada. La primer mañana me pareció gracioso
ver a una mujer vestida de rojo con anteojos oscuros justo al frente de mi
casa, intentando protegerse detrás del siempreverde mientras el perrito caniche
de Olga, mi vecina, la tironeaba del fondo del abrigo. Zamarreándola como un
peluche. La imagen de por sà me hizo reÃr. Cuando llegué a la oficina aún
sonreÃa.
Nilsa se sorprendió, imagino, como todos, hacÃa mucho que
no sonreÃa. Mi vida durante el último año habÃa sido desacierto tras
desacierto. Pensé que era alguna vendedora y si bien la recordé, el trabajo me
hizo olvidarla.
Cuando salà para dirigirme al gimnasio, una rutina desde
que cumplà los 16 y decidà perder peso; no fue difÃcil encontrar el abrigo rojo
mirando detrás de un coche estacionado justo en frente de la puerta de la
empresa. Rápidamente se ocultó detrás del auto que por esas cosas de la vida se
movió dejando a mi espÃa agazapada detrás de nada. Intentó disimular asà que
giró dándome la espalda y comenzó a caminar dando saltitos, como esos que dan
las mujeres cuando el tacón de su zapato les juega una mala pasada. La hubiera
seguido pero tenÃa otras cosas en las que pensar. SEUL, era el mejor negocio
que podrÃa realizar, si lo conseguÃa. Con él dejarÃa de preocuparme si pagarÃa
sueldos o cancelerÃa el alquiler de las oficinas o del departamento. Cuando
mejor pensaba era cuando mis endorfinas fluÃan sin tope: haciendo gimnasia.
Enfilé hacia mi gimnasio sonriendo al recordar la figura agazapada detrás del
aire.
Dos horas después pongo un pie en la calle y lo primero que
veo es a mi abrigo rojo ocultando todo su cuerpo detrás de un cajero. Si
alguien mirara el cajero no verÃa nada pero si veÃa justo detrás de él,
comprenderÃa que habÃa una ventana de cristal que reflejaba todo el salón. Esta
vez di paso a mis instintos y me enfilé hacia ella. Oculta como estaba solo me
vio aparecer, jamás imaginó que me le acercarÃa con la excusa de usar el cajero
frente a ella. Porque mi abrigo rojo contenÃa un ella. Una jovencita de rizos
completamente fuera de moda, vestida con abrigo rojo, con botas cómodas y bajas
y unos anteojos oscuros que casi cubrÃan todo un rostro pequeño. Lo único que
quedaba libre era su nariz respingona y una boca que llamaré “tentadora”. Me hice el desentendido saqué
algo de efectivo y seguà hacia casa.
Me pasé desde los 23 años hasta los 35 trabajando para el
FBI. Y los instintos estaban ahÃ, listos para ser encendidos solo se necesitaba
un cerillo, o cierto abrigo rojo. Sólo debÃa buscarla para encontrar a mi
seguidora. Fue la semana más divertida de los últimos 20 años. No creo que
nadie fuera más torpe que Telly. SÃ. No fue difÃcil tampoco dar con su nombre,
su dirección y su oficina “Telly Salas P. I” decÃa la placa en su puerta. Cuando la seguà y vi que entraba a la casa de
mi ex comprendà todo. Yo habÃa instalado
la seguridad en esa casa, saber de qué hablaron fue juego de niños. Cuando la
vi huir aterrorizada por Sylvia supuse que una brillante carrera de investigadora
se daba a su fin.
Al final lo resentÃ. Me habÃa acostumbrado a jugarle bromas
a lo largo del camino, girar cuando no lo esperaba, acercarme sin que ella la
viera (cómo si fuera posible) tocarla
casi imperceptiblemente o tropezar adrede, muriendo de la risa al ver la
forma insólita en que reaccionaba. Era lindo ver, lo que se podÃa ver de su
rostro, ponerse roja e intentar eludirme. Era una delicia contemplar con cuanta
impericia se movÃa. Los pequeños choques
y las disculpas tartamudeadas… Mi inspectora Clouseau habÃa logrado lo que
nadie desde que me incorporé a la vida civil: salir antes del trabajo, de la
casa, del gimnasio y solo por el placer de ponerla en apuros. Cuando Sylvia y
ella se encontraron pensé que ya no la verÃa detrás de mÃ. Esa noche pasé media
noche ideando un plan de ataque. Pero la vida siempre puede sorprenderte y asÃ
como hizo un pésimo trabajo siguiéndome a instancias de Sylvia debo decir que
no esperaba verla al abrir mi puerta esa mañana siguiente.
No lo diré jamás, ni a mis hijos. Cómo explicarles que su madre
se comportó como una consumada prostituta en el segundo exacto en que Rafael
Del Campillo abrió la puerta de su departamento y me sonrió como si el sol
estuviera saliendo luego de seis meses de ausencia. Honestamente debo decir que seguirlo habÃa sido
la más peligrosa tarea que he realizado como P.I. pero la que más he
disfrutado. El hombre es un bombón, duro, firme, enorme, exuda sexo en
toneladas, camina y se mueve como un
felino, lo sé bien. Varias veces casi me descubrió y solo porque me demoré en
su cuerpo. Menos mal que es bastante distraÃdo. Y si yo estuviera divorciándome
de una loca certificada como su ex mi cabeza estarÃa como la suya en cualquier
lugar.
El asunto es que toqué el timbre con la esperanza de
recuperar mis gastos. Pero nada salió como esperaba. Primero me saludó con una
sonrisa, ya te lo dije, que hizo mis
piernas de gelatinas, me hizo pasar y solo porque estaba tan sorprendida con su
saludo que ni siquiera me di cuenta que dije sà y accedà voluntariamente, no
recuerdo mucho de lo que dijo, sé que le pedà que me pagara los dÃas que su
esposa no habÃa pagado y ahà me enteré que la loca esa ni siquiera era o habÃa
sido su esposa, sino una amante despechada. A partir de ahÃ, todo es brumoso,
dijo algo de que yo era su amor desconocido unilateral pero que eso cambiarÃa
desde esa mañana, creo que se presentó, me dio la mano, me tomó del brazo y me
llevó a la cama. Sólo recuerdo que jamás dije “no”, que mi rostro ardÃa con todo lo que me decÃa y hacÃa y que en
algún momento me quitó la boina y desparramó mi corto cabello. Otra cosa que recuerdo fue que cuando vio mi
ropa interior, si… la vio esa mañana…
¡qué vergüenza! Dijo algo como “¡Rojo.
Estaba seguro!
¿Alguna vez has tenido sexo con un desconocido? Bueno yo
sÃ. Aunque Rafa insiste en que después de una semana de seguirlo como un perro
encarnizado debÃa conocer todo sobre él.
En ese caso, me decÃa, quien tuvo sexo con una desconocida fui yo.
Sea como sea, tuvimos sexo ese dÃa, el otro, y luego los que siguieron.
Rafa se atragantó cuando se lo conté. Supongo que se
preocupa por mÃ. Y esto que le digo y repito a cada rato cuan buena soy en el
oficio y que solo dictaré clases, el servicio activo ya no es para mÃ.
¿Qué os ha gustado? pues a mi si , un gran relato, o un cuento, cada vez con mas ganas de leer algo mas de Castalia Cabott,
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