Como os conté ayer hoy os voy a poner un relato de los que tiene de Josep Rimbau, autor del blog Mundos Rimbau así que allá vamos con este relato:
MAMÁ
Supercalifristico Espialidoso….
Ya volvía a canturrear esa canción. La oía desde la cocina, donde terminaba de fregar los platos. La niña estaba en la sala, jugando con sus muñequitos de Pocoyó, Pato, Eli y los demás simpáticos y más que odiados amiguitos.
Dejó escurrir el agua por el fregadero y, secándose las manos, entró en la sala.
-Hola, cariño –dijo, sentándose en la butaca más cercana a su hija-. ¿Qué haces?
La niña lo miró con cara de mucha paciencia, casi con condescendencia.
-Papáaa. ¿No lo ves?. ¡Jugando!.
-Sí, hija. Eso ya lo veo. Digo la canción.
El rostro de la niña se iluminó con una gran sonrisa.
-¿A que es chula?… Me la he enseñado mamá.
-¿Mamá?. No recuerdo que la cantara nunca….
-Pues ahora sí la canta. –dijo, volviendo a centrar su mirada en los muñecos.
Armando suspiró pesadamente. Pese al tiempo pasado, cada día daba la sensación de que se daba un paso atrás. La niña parecía estar bien. La psicóloga del colegio aseguraba que la niña estaba perfectamente, que no mostraba ninguna actitud preocupante: jugaba con sus compañeros, atendía en clase, y se comportaba como la niña de cinco años que era. Pero debía ser muy cuidadoso en cómo enfocar los temas.
-Pero la canción no es así, vida mía. Es Supercalifragilisticoespialidoso… Te faltan letras. ¿Quieres que escriba la palabra y tu pintas las letras con colores?
La niña negó con la cabeza, sin levantar la vista de su aparentemente interesante juego. Pero Armando la conocía bien, y sabía que, pese a no apartar la vista de los muñecos, la atención de la niña estaba en lo que estaban hablando.
-Me gusta más como la canta mamá. Es menos difícil.
-¿La has aprendido en el cole?
-Nooo, papáaaa. Me la ha enseñado mamá. Ya te lo he dicho.
Ernesto descruzó las piernas, y se palmoteó el muslo derecho.
-Ven, cariño.
La niña se incorporó y se sentó en el regazo de su padre.
-¿Cuándo volverá mamá? –preguntó. Estaba sollozando.
A él se le hizo un nudo en la garganta y los ojos se le llenaron de lágrimas. Afortunadamente la niña, tal y como estaba sentada, no podía verle. Cuando habló, hizo lo imposible para que su voz sonara normal.
-Sabes que mamá está en el cielo, ¿Verdad?
La niña asintió, sin dejar de sollozar.
-Pero –continuó él, en el tono más dulce del que fue capaz- siempre estará con nosotros y nos cuidará.
-Yo no quiero que esté en el cielo. Quiero que esté aquí. Quiero a mi mamá.
-Lo sé, lo sé –dijo él, abrazándola fuerte- tranquila, mi cielo. No querrás que te vea llorar, ¿verdad?
Ella negó con la cabeza.
-Vamos a hacer una cosa. El papa buscará por internet la canción, y la escuchamos los dos, ¿Vale?
-¿En el Guglu?
Ernesto sonrió, con los ojos anegados por las lágrimas.
-Si, en el google. Vamos.
Fueron hasta el despacho donde tenían el ordenador. Iban cogidos de la mano. La niña apretaba la suya con fuerza, como agarrándose desesperadamente.
-Mamá me enseña la canción cuando duermo. –dijo susurrando, como quien cuenta un secreto-. Y me dice cosas –añadió, antes de que Armando pudiera decir nada.
A él se le heló la sangre. Aflojó el paso, sintiendo un escalofrío que le recorría la espalada.
-¿Y qué te dice, cariño? –dijo, aparentando una indiferencia que no sentía.
-Dice que nos vayamos a la casa nueva enseguida.
No podía ser. Era imposible que la niña supiera la existencia de esa casa. La compraron un año atrás, dos meses antes de que su mujer falleciera. No pudieron disfrutarla, ya que la enfermedad la postró en la cama del hospital los últimos meses, y la pequeña nunca había tenido la oportunidad de verla. Después de su muerte, para Armando resultó demasiado doloroso ir a esa casa, que había sido la última ilusión de la persona que más había amado en su vida. Tenía intención de esperar a que el dolor quedara un poco adormecido para plantearse siquiera acercarse a ella. La niña no tenía manera de saber que había una casa en la montaña.
-Cielo, esa casa….
-Papa, me ha dicho mamá que es potante.
-Importante.
-Sí, potante.
Armando se detuvo y se agachó frente a su hija. La miró fijamente.
-¿Porqué es importante, hija?
-Porque mamá va a volver muy pronto. Y me ha dicho que volverán muchos. Que nos tenemos que ir a la casa nueva y quedarnos mucho rato allí.
No habían llegado aún al despacho, ni habían puesto en marcha el ordenador. Pero del fondo del pasillo empezó a oírse una melodía y la letra de una canción…
Supercalifragilisticoespialidoso…..
Josep Rimbau
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