RELATOS DEL SABADO "NUNCA TE ENAMORES DE UN HOMBRE LOBO" POR LAURA PEÑAFIEL - LAS TRES NEURONAS DE ANESCRIS BLOG

14 de diciembre de 2013

RELATOS DEL SABADO "NUNCA TE ENAMORES DE UN HOMBRE LOBO" POR LAURA PEÑAFIEL

ISLA DE GLUNIMORE, EN EL FIORDO DE CLYDE, 1830

-Detesto los funerales-pensó Roberta Farlane-Esto no tendría que haber pasado.
La isla contaba con un pequeño cementerio.
La comitiva salió de la casa de la familia. Portaba un ataúd hecho con madera de
castaño. Raven, la hermana mayor de Roberta, se apoyaba en ella.
-¿Qué ha pasado?-le preguntó Raven a su hermana.
-No lo sé-respondió Roberta.
-No salgo de mi estupor. Elaine…
-Algo ha debido de pasarle. Su muerte ha sido absurda. No me lo explico.
-Debimos de haber hablado con ella. ¡Ha sido mi culpa! Desde que perdió a sus padres,
no ha estado bien.
Elaine era la prima de Raven y de Roberta. La chica buscó con la mirada a
Nicholas, el hermano de Elaine.
Durante todo el velatorio, Nicholas se había quedado al margen de todo. Estaba
muy pálido. Sus ojos estaban hinchados de tanto llorar. Estaba destrozado. La madre de
Raven y de Roberta, Leslie, había estado intentando tranquilizarle sin mucho éxito.
Roberta se paró frente a una fosa excavada en la tierra. Raven, al verla, se apoyó
en el hombro de su hermana. Pese a que era la mayor de las dos, estaba a punto de
desmayarse.
Tengo que ser fuerte, pensó Roberta. No me puedo creer lo que está pasando. Es
una pesadilla. El sacerdote bendijo el ataúd. Roberta no podía escuchar lo que decía. Le
parecía que lo que estaba pasando era algo irreal. Todos los vecinos de la isla hablaban
de lo ocurrido.
Eran pocas las personas que vivían allí. Pero se conocían entre sí. Elaine había
puesto fin a su vida. Había aparecido ahorcada en su habitación.
Días antes de su suicidio, Elaine había estado merendando una taza de chocolate
en compañía de Roberta.
La joven tuvo que admitir que había visto rara a su prima. El padre de Elaine y
de Nicholas había muerto de manera muy extraña. Los vecinos decían que se había
ahogado. Sin embargo, Roberta vio el cadáver de su tío cuando su madre lo estaba
amortajando. Tenía señales de haber sido tiroteado. Y el propio padre de Roberta y de
Raven, Angus, se encerraba en el sótano durante una semana cuando llegaba la noche.
Era un comportamiento tan extraño que sorprendía a sus hijas.
-No soy un monstruo-le aseguró Elaine a Roberta-¡Por favor, no me rechaces!
-¿Por qué me dices eso?-se extrañó su prima-Yo nunca he pensado que seas un
monstruo. Te noto rara. ¿Qué tienes?
-¡Tengo mucho miedo, prima!
Elaine cogió las manos de Roberta y las oprimió con fuerza. Roberta percibió el
terror que su prima sentía. Terror hacia algo que ella desconocía lo que era.
-Puedes contarme lo que te pasa-le pidió.
-No puedo contarte nada-afirmó Elaine-No quiero que me odies. Veo el miedo reflejado
en las caras de los vecinos. Puedo soportarlo. Pero no creo que pueda soportarlo si viene
de ti. Mis tíos, Raven y tú sois la única familia que Nick y yo tenemos. ¡No nos apartéis
de vuestro lado! ¡Os lo imploro!
-Me estás asustando. ¿Quieres que envíe al criado a Sanda en busca de un médico? Lo
necesitas. Estás muy pálida. Y tienes las manos muy frías.
-¡No quiero un médico!
Elaine rompió a llorar de manera histérica.
Roberta no sabía qué hacer para consolarla.
Le costaba trabajo reconocerla. Elaine siempre había sido tan alocada como lo
era Raven. Recordaba los paseos que las tres habían dado por la isla.
-Es un lugar muy pequeño-se quejaba Raven.
Elaine tenía ya veintitrés años. Iba camino de convertirse en una solterona. Le
seguía Raven, quien tenía veinte años. Leslie auguraba que su hija mayor seguía los
pasos de su prima. También se convertiría en una solterona. Y, finalmente, estaba
Roberta, quien tenía diecisiete años.
-Ya habrá empezado la temporada social en Edimburgo-se lamentaba Elaine.
Roberta las oía hablar de la temporada en Edimburgo. Ella aún no había sido
presentada en sociedad.
-Contadme vuestras experiencias allí-les pedía-Así, estaré preparada para cuando vaya.
-Edimburgo es una ciudad enorme-le contaba Elaine-¡Te perderías por sus calles!
El presente devolvía a Roberta al saloncito de su casa. Los vecinos iban a visitar
a sus padres para darles el pésame por la muerte de Elaine. Tanto Angus como Leslie
estaban destrozados.
Nicholas permanecía en un rincón del salón, casi escondido. Roberta decidió
acercarse a él. Era el que peor lo estaba pasando. Nicholas tenía veintiún años. Desde
que murieron sus padres, los tíos de Roberta, se había apoyado mucho en Elaine. Pero el
joven estaba sumido en un profundo mutismo. Roberta tuvo la sensación de que su
primo se culpaba así mismo de la muerte de Elaine.
-Mi hermana se suicidó por mi culpa-afirmó Nicholas con gesto sombrío.
Roberta le miró atónita.
-¿Qué quieres decir?-inquirió.
Nicholas no le contestó. Roberta empezó a ponerse nerviosa.
-Sólo les afecta a los hombres-dijo Nicholas, mirando al vacío.
No se estaba dirigiendo a nadie en concreto.
-¿Qué estás diciendo?-le presionó Roberta, ya nerviosa-No consigo entenderte.
-Es mejor que no entiendas nada, Robbie. Por tu propio bien…
-Por mi propio bien…
Nicholas se alejó de ella. Roberta se quedó más confundida que nunca.
A pesar de que eran muy diferentes entre sí, las tres primas Farlane siempre
habían estado muy unidas.
Aquella tarde, Raven y Roberta fueron al cementerio. Una sencilla cruz de
madera marcaba el lugar donde descansaban los restos de Elaine.
Las dos jóvenes iban vestidas con sendos vestidos de color negro, a raíz del luto.
-Hola, Lainie-dijo Raven-Robbie y yo hemos venido a verte. Te echamos mucho de
menos.
Roberta miraba con gesto dolorido la tumba donde estaba enterrada su prima.
-Lainie…-susurró-Ya estoy aquí.
Los recuerdos acudían una y otra vez a su cabeza. No entendía el porqué su
prima había decidido terminar con su vida. Ni Angus ni Leslie alcanzaban a entenderlo.
Los dos guardaban un profundo mutismo.
Roberta había admirado en su niñez a Elaine. Sin embargo, las dos no tenían
nada en común. Elaine era una joven alegre y traviesa. Le gustaba corretear por la isla.
Se subía todavía a los árboles. Raven la acompañaba en sus travesuras.
-¡Qué bueno es estar viva!-gritaba Elaine subida a la rama más alta del árbol más alto.
Ella y Raven se reían. Parecían gemelas, se decían los vecinos de la isla.
A sus diecisiete años, Roberta era una jovencita recatada. Se dedicaba a bordar
manteles. O deleitaba a su familia con conciertos caseros de piano. Raven y Elaine no
sabían ni coser y tampoco sabían tocar el piano como lo hacía Roberta. Sin embargo, las
dos jóvenes habían sido presentadas en sociedad en Edimburgo. Habían tenido
numerosos admiradores. Elaine era la que más disfrutaba siendo el centro de todas las
miradas. Había tenido numerosos pretendientes y había rechazado unas cuantas ofertas
de matrimonio. Raven seguía los pasos de su prima en lo relativo a romper unos cuantos
corazones masculinos.
Raven y Elaine volvían a casa hablando maravillas de Edimburgo. La alta
sociedad parecía estar escandalizada con las locuras que cometía Elaine.
La joven arrastraba a Raven por todas las tiendas de ropa de Edimburgo. Cuando
regresaban a casa, volvían con más ropa que cuando se habían ido. Tenían muchas cosas
que contar. Le hablaban a Roberta de los lugares a los que habían ido. De las obras de
teatro que habían visto. De las fiestas a las que habían sido invitadas.
Por supuesto, tenían una patrocinadora en Edimburgo que las había ayudado a
ser introducidas en sociedad. Pero a la mujer, que era la viuda de un conde, se le estaba
agotando la paciencia. Ni Raven ni Elaine parecían querer seguir sus consejos sobre
conseguir un marido. Esperaba tener, al menos, más éxito con Roberta. Pero tenía sus
dudas al respecto.
Roberta recordaba el brillo malicioso de los ojos de color violeta de su prima. El
mohín que hacía con sus labios carnosos.
Las tres primas se sentaban en la arena de la playa.
-Mi madre está muy preocupada por vosotras-les decía Roberta.
-Tía Leslie se preocupa por nada-afirmaba Elaine-Piensa que tendríamos que estar ya
casadas. Pero aún somos jóvenes, Robbie. Tenemos toda la vida por delante.
-Yo todavía quiero disfrutar de otra temporada más antes de casarme-opinaba Raven.
Elaine se echaba a reír y decía que la dulce e inocente Roberta estaba
preocupada por la salvaje de su prima y por la loca de su hermana mayor.
-Os quiero mucho-les recordaba la muchacha.
-Y nosotras te lo agradecemos-corroboraba Elaine-Pero tienes que dejarnos vivir nuestra
propia vida.
Roberta se obligó así misma a regresar al presente. Raven estaba arrodillada
junto a la tumba de Elaine y Roberta se colocó a su lado.
-Esta noche habrá Luna llena-comentó Raven-Padre se encierra en el sótano cuando hay
Luna llena. Nunca he sabido el porqué.
Roberta se colocó el chal de lana por encima de los hombros. Había cosas que
hacía su padre que ni ella ni Raven habían sabido el porqué las hacía. Las había visto
hacer desde que tenía memoria. Angus decía que le gustaba estar en el sótano
trabajando. Pero Roberta ignoraba lo que hacía su padre encerrado en las noches de
Luna llena en el sótano. También veía a Nicholas raro en esas noches.
-Puede que guarde relación con la muerte de Lainie-opinó Roberta.
-No lo creo-dijo Raven-Y no quiero creerlo.
Roberta recordó el velatorio de Elaine. Había sido amortajada con un vestido de
color blanco. Al verla, metida dentro de aquel ataúd, Roberta pensó que se desmayaría.
Lainie, pensó con horror. Pensó en salir corriendo del salón.
No llegó a saber cómo permaneció de pie junto al ataúd donde yacía su prima.
Tuvo la sensación de que Elaine estaba dormida. Se obligó así misma a regresar al
presente.
-Se está haciendo tarde-comentó la muchacha-Será mejor que volvamos. Papá quiere
cenar temprano esta noche.
-Tienes razón-suspiró Raven-Además, hace ya algo de fresco.
Se despidió de Elaine. Roberta no se atrevía a despedirse de ella.
Regresaron a casa casi sin hablar.
El ama de llaves las estaba esperando cuando entraron. Les anunció que la cena
estaba ya lista. Roberta no entendía nada. Todavía no había anochecido. ¿Y ya estaba
lista la cena?
-Su padre y su primo quieren cenar temprano esta noche-le recordó el ama de llaves-No
suban a sus habitaciones. Vayan directamente al comedor.
Nicholas estaba en el comedor cuando vio entrar a sus primas. Al verle, Raven le
dio un cariñoso abrazo. Pero Nicholas tenía los ojos fijos en Roberta.
La muchacha poseía una figura esbelta. Su cintura era de avispa. Su cabello era
de color negro como el azabache. Y sus ojos eran del mismo color negro azabache que
su pelo. Últimamente, se quedaba sin aliento con sólo mirarla. Y debía de mantenerse
alejado de ella.
-Te conviene salir a la calle-opinó Roberta-No puedes pasarte todo el día aquí
encerrado. Mamá cree que deberías de hacer un viaje por Europa. Podemos
permitírnoslo. Todos los caballeros jóvenes viajan a Europa.
-No creo que sea una buena idea-replicó Nicholas.
-Empiezas a parecerte a mi hermana. Raven ha perdido las ganas de viajar a Edimburgo
para su tercera temporada en sociedad. Dice que ya está harta.
-La comprendo.
Roberta estaba sentada en el sofá del saloncito bordando un mantel. Nicholas
estaba intentando centrarse en leer The Times. Leslie y Angus habían ido a visitar a un
matrimonio amigo suyo. Vivía en la vecina isla de Sheep.
-¿Has dormido bien?-le preguntó Roberta a Nicholas.
-No he podido conciliar el sueño esta noche-respondió el joven.
-Te entiendo. Echas de menos a Lainie. La casa está vacía sin ella. Sin su voz…Sin
escuchar sus pasos. Le gustaba entrar corriendo en las estancias. ¿Te acuerdas?
-No quiero hablar de ella.
Nicholas pensó en su hermana. Siempre había querido mantener en secreto
aquello que tanto le atormentaba. Pero Elaine tuvo que presenciarlo una noche. Después
de eso, algo en ella cambió. El terror de terminar igual que él se apoderó de ella.
Nicholas le había confesado que la maldición afectaba solamente a los hombres. Pero
Elaine no quiso escucharle.
-¡Me estás mintiendo!-le acusó.
-No te mentiría nunca-le confió-Es la verdad.
-Robbie…-dijo Raven-Nick…
La voz de su prima de más edad sacó a Nicholas de sus cavilaciones.
-¿Puedo quedarme aquí con vosotros?-les preguntó Raven-No quiero estar sola en mi
habitación.
-Siéntate a mi lado-respondió Roberta-Puedes ayudarme con el bordado.
-He de estar distraída con algo. Yo tengo la impresión de que me voy a volver loca.
Antes, tenía a Lainie. Si me aburría, la buscaba. Salía con ella.
Raven se dejó caer en el sofá, junto a Roberta. Estaba muy nerviosa.
-Voy a salir a dar un paseo-decidió Nicholas.
Se acercó a Raven y le dio un cariñoso abrazo. Le dio un beso a Roberta en la
mejilla.
Podía abrazar a Raven sin sentir nada. Pero, en cambio, si besaba a Roberta en la
mejilla, notaba cómo una ola de calor recorría todo su cuerpo.
-Hoy, hace un Sol espléndido-observó Roberta.
Nicholas y ella habían salido a dar un paseo. La idea la había tenido la chica.
Nicholas no había tenido fuerzas como para resistirse. El sentir a Roberta cerca de él
estaba a punto de volverle loco. Pero sentía auténtico terror al ver que estaban dando un
paseo los dos juntos y a solas. Podía escuchar los latidos acelerados del corazón de
Roberta. Podía sentir el calor que desprendía el cuerpo de la muchacha.
-Robbie, no deberías de estar aquí conmigo-dijo Nicholas, con la voz ahogada.
-¿Qué quieres decir?-inquirió la aludida.
Se detuvieron.
El rostro de Nicholas estaba desencajado. Roberta no entendía lo que le estaba
pasando.
-Soy un monstruo, Robbie-le confesó Nicholas.
-Recuerdo que Lainie me dijo eso-recordó Roberta-No entiendo el porqué me lo dijo.
-Mi hermana no era ningún monstruo. ¡Lo soy yo!
-Nick…¿Qué te pasa?
Roberta pensó en irse del lado de Nicholas, pero estaba paralizada. En su
interior, supo que había algo de razón en lo que le había dicho Nicholas. No es ningún
monstruo, pensó Roberta. Y supo que él nunca le haría daño.
De pronto, Nicholas la estrechó con fuerza contra su cuerpo. La besó de manera
vehemente y ferviente en los labios. Llenó de besos el rostro de Roberta. Casi sin
aliento, la joven se alejó de él. Su respiración era agitada.
-Esto no ha pasado-afirmó alterada-¡No ha debido de pasar!
-¡Es una maldita locura!-gritó Nicholas, nervioso-¡Vete, Robbie! ¡Te lo ruego!
Roberta echó a correr en dirección a casa. Le temblaba todo el cuerpo. Antes de
irse, acarició con la mano la mejilla ardiente de Nicholas.
Estaba lloviendo aquella noche. Roberta tenía la lámpara de su mesilla de noche
encendida.
Intentaba centrarse en la lectura del libro que estaba leyendo. Escuchó a lo lejos
el aullido de un lobo. Se estremeció al escucharlo. Recordó una conversación que había
escuchado entre dos vecinos de la isla tiempo atrás. Decían que no había lobos en la
isla. Roberta apagó rápidamente la lámpara de su mesilla de noche. Se acurrucó bajo las
mantas sin cerrar el libro.
Volvió a escuchar el aullido de un lobo.
No entiendo nada, pensó Roberta.
Roberta parecía estar distraída. Raven estaba encerrada en su habitación. Leslie
estaba preocupada por ella. Sentía que su hija estaba cayendo en una depresión. Y no
podía hacer nada para impedirlo. Angus, por su parte, estaba muy callado. Siempre
estaba así en los días que sabía que habría Luna llena al llegar la noche.
-No me está haciendo caso-le llamó la atención su institutriz, Alexandra Muir-Estamos
dando los verbos en francés.
-Discúlpeme, señorita Muir-se excusó Roberta-Estaba pensando en otra cosa.
Empecemos desde el principio.
-Está bien.
Las dos estaban en el salón. Roberta repitió la lección. Sin embargo, su
francés no era muy bueno. Y su institutriz lo sabía.
-¿Se puede saber lo que le pasa?-quiso saber.
-Esta noche es la última noche en la que hay Luna llena-contestó Roberta.
-No debe de preocuparse por eso, señorita. Usted no sale sola por la noche.
En algo más de un año, sería presentada en sociedad.
A Alexandra no le gustaba trabajar en aquella casa. Le parecía que había
algo siniestro en ella. No lo podía decir en voz alta. Quizás, Roberta creía que se había
vuelto loca.
-Dejemos la lección por hoy-decidió Alexandra.
Prácticamente, salió corriendo del salón. Roberta agradeció el poder
quedarse sola. Pensó en su primo Nicholas. Siempre había tenido la impresión de que le
ocultaba algo. Pero no sabía bien lo que era.
-¿En serio hay una cueva?-le preguntó Roberta a Nicholas-Recuerdo que Lainie y
Raven iba a verla. Una noche, decidieron quedarse allí a dormir. Pero, al final,
volvieron a casa. Al menos…Eso es lo que me han contado. No he terminado de
creérmelo.
-Es lo que se cuenta-respondió el joven.
Habían salido aquella tarde a dar un paseo.
-Es cierto-añadió Nicholas.
-¿El qué es cierto?-inquirió Roberta.
-Lo de la cueva…Hay una cueva en la isla.
-¿Cómo lo sabes? ¿Lainie te ha llevado a verla?
-Algo así…Sí…
Roberta y Nicholas habían llegado hasta la parte occidental de la isla.
Roberta no se cansaba de pasear por aquel lugar. Y arrastraba a Nicholas en sus paseos.
-Será mejor que volvamos-le sugirió el joven.
-¿Por qué quieres que volvamos?-inquirió Roberta-¡Se está tan bien fuera! Sin mi
institutriz regañándome.
-Tienes que hacerle caso, Robbie.
-¡Hablas igual que mi madre, primo!
El aullido de un lobo despertó a Roberta. Una cosa que le llamó la
atención desde que llegó a Glunimore fueron aquellos aullidos. Ya llamaron su atención
cuando llegó, apenas unos meses antes.
Se sentó en la cama. ¿Había lobos en Glunimore?
Llena de curiosidad, se puso de pie.
Se puso la bata encima del camisón. Salió al pasillo descalza.
Bajó la escalera. Oyó el sonido de unos golpes en la puerta de la cocina.
La casa de los Farlane estaba sumida en la penumbra. Todo el mundo estaba durmiendo.
Sin saber bien lo que estaba haciendo, Roberta se dirigió a la cocina. Le latía muy
deprisa el corazón. Antes de abrir la puerta, Roberta cogió un cuchillo. Se parapetó
detrás de la puerta, dispuesta a saltar si había algún ladrón.
La sorpresa de Roberta fue mayúscula.
Un joven completamente desnudo cayó nada más abrir la joven la puerta.
Tenía algunos rasguños por todo el cuerpo. Roberta ahogó un grito. Reconocía a aquel
joven que tenía sangre en la boca. Era su primo Nicholas.
Como pudo, Roberta lo llevó a su habitación. Nada más acostarlo en su cama,
Nicholas pareció abrir los ojos.
-Me temo que ya conoces mi secreto, prima-dijo con voz cansada.
-No te entiendo-le aseguró Roberta-¿De qué secreto estás hablando?
-De lo que soy realmente.
-Eres Nicholas Farlane, mi primo.
-Te equivocas, Robbie. La Luna llena me hace esto. Intento resistirme a ella. Pero no
puedo. Me convierte en algo que no soy. Una bestia...
Roberta no entendía lo que quería decirle Nicholas. De pronto, una luz se
hizo en su cabeza. Se sentó a su lado en la cama.
-No quiero que estés cerca de mí-prosiguió el joven.
-Sé que nunca me harías daño-afirmó Roberta con rotundidad-Te quiero, primo. Aunque
tú no me lo demuestres mucho.
Un nudo se formó en la garganta de Nicholas al escuchar a Roberta. No
podía estar cerca de ella porque temía hacerle daño.
Lo que sentía por su prima no lo había sentido nunca antes por nadie.
La idea de dañar a Roberta le horrorizaba. Se puso tenso cuando la mano de la joven
acarició su mejilla.
-Además, sólo serían unas cuantas noches al mes-añadió Roberta-Nadie tiene porqué
saberlo.
Nicholas vio el amor reflejado en los ojos de su prima. Alzó la mano
para acariciar su negro cabello, que llevaba suelto y caía por sus hombros.
Roberta vio amor en aquellos ojos.
La Luna empezaba a desaparecer por el horizonte. Nicholas le habló
acerca de la maldición que acechaba a los hombres de la familia Farlane. Aquella
maldición había acabado con su padre. Había acabado también con su tío, el padre de
Roberta. Y acabaría antes o después con él.
-Eso no va a pasar-le aseguró Roberta-Mi tío y mi prima descansan en paz. Ahora,
entiendo el porqué él pasa una semana al mes encerrado en el sótano. No quiere
hacernos daño ni a mi madre ni a Raven ni a mí. Nos quiere. No lo sabía.
-Pero Lainie sí lo supo-se lamentó Nicholas-Me voy transformarme una noche.
-¡Mi pobre Lainie! Debió de estar muy asustada.
-Intenté hablar con ella. La maldición sólo afecta a los hombres. Nunca afecta a las
mujeres de la familia. Pero Lainie no me creyó.
-Estaba muerta de miedo, Nick. No habría atendido a razones.
-Fue mi culpa. ¡Mi maldita culpa!
-¡No hables así! Nick, hay algo entre nosotros.
-Robbie…
-¡Es cierto! Hay algo entre tú y yo que no podemos obviar. Nos une de una manera
poderosa. Yo lo siento. Y tú también lo sientes.
-No puede ser.
-Si mis padres pudieron ser felices juntos, ¿por qué no vamos a ser nosotros felices?
Nicholas sonrió débilmente.
-¿Desde cuándo te transformas?-inquirió Roberta-Cuéntamelo todo.
-Desde que cumplí trece años-contestó Nicholas-Mi padre, entonces, me encadenaba en
el sótano. Mi madre encadenaba a mi padre cuando llegaba la Luna llena. Noté cómo
me convertía en algo que no sabía lo que era. Es muy doloroso. Se sufre mucho. Pero se
sufre más cuando te das cuenta de que no puedes hacer nada para evitarlo.
-¿Y no tiene cura?
-Que yo sepa no. Estoy condenado a llevar esta vida. Y no es vida.
-¿Por qué te transformas en ese ser?
-He oído que una bruja maldijo a mi familia hace muchos siglos. Condenados a
convertirse en bestia cada Luna llena. Sólo los hombres...Si tengo un hijo, será como
yo. Otro maldito...
-Nicholas, por favor, no hables así.
-¿Estás dispuesta a llevar esta vida que no es vida?
-¡Por supuesto que sí! Haría cualquier cosa por ti.
Empezaron a besarse y a acariciarse mutuamente. No pensaron en nada.
A medida que los besos se fueron tornando más apasionados, Nicholas despojó a
Roberta de la bata. Le quitó también el camisón. Quedó desnuda, como desnudo estaba
él.
Nicholas sabía por inercia cómo debía de despertar la excitación de Roberta. Su
experiencia con las mujeres se podía decir que había sido nula.
Llenó de besos cada centímetro de la piel de Roberta. Llenó de caricias de sus
manos el cuerpo de la joven. La besó una y otra vez en la boca. Besos largos…Tocó por
todas partes con suma delicadeza.
Roberta llenó de besos el torso de Nicholas. Succionó sus tetillas actuando
también por inercia.
-No tengas miedo-le susurró Nicholas.
La besó con arrebato en la boca. Posó sus labios sobre la piel de Roberta al
tiempo que la acariciaba.
-No tengo miedo-le susurró Roberta-Yo no sabía que esto fuera así. Tú y yo…He oído
hablar de ello. Pero…No quería pensar en eso. Tenía miedo. He oído cosas que no me
gustan. Y…
-No pienses en eso ahora-le pidió Nicholas.
Recorrió con su lengua el cuello de Roberta. Aquella misma lengua dibujó
círculos en las areolas de sus pezones. Lamió su vientre. Llenó de besos sus pechos. Los
saboreó con auténtico deleite.
Poco a poco, Nicholas se fue introduciendo en el cuerpo de Roberta.
Sintió dolor. Pero apenas fue algo pasajero. Le sorprendió saber que podía
moverse al mismo ritmo en que se movía Nicholas. Abrir sus piernas para recibirle.
Sentir que los dos eran un solo ser. Que estaban solos en aquella habitación que era su
particular Universo. No había nadie más.
Y no tardó en estallar todo a su alrededor.
Cuando todo terminó, Nicholas se sorprendió al encontrarse con la radiante
sonrisa de Roberta.
No sabía qué decir. Había sido por primera vez en mucho tiempo feliz.
Feliz...Roberta le amaba. Y él, a su vez, también la amaba. Los cada vez más débiles
rayos de Luna iluminaron el cuerpo desnudo de Roberta. Su cabello de color rubio se
extendía sobre la almohada.
-Siempre juntos...-le susurró Nicholas.
-Tú y yo...-susurró Roberta.
-Contra el mundo...Contra todo...
Volvieron a besarse con fuerza y con pasión.
A la mañana siguiente, Roberta se sentó al lado de Raven en el comedor a la
hora del desayuno.
-Hay lobos en la isla-le susurró Raven a su hermana.
-Eso no es posible-dijo Roberta.
La joven untó su tostada con mermelada de frambuesa y le dio un mordisco. Su
mirada no se apartaba de Nicholas. La sonrisa que el joven lucía en su rostro era, por
primera vez en mucho tiempo, radiante.
-En Glunimore no hay lobos-afirmó Angus en tono seco-Lo habrás soñado, hija.
Roberta se dijo así misma que debía de fingir que Raven lo había imaginado
todo. Sospechaba que su hermana mayor ignoraba la maldición que pesaba sobre su
familia. Debía de ocultárselo por su propio bien. Raven podía terminar como había
terminado Elaine.
-Escuché los aullidos-insistió Raven.
Nicholas atacó su plato de huevos revueltos. Tenía mucha hambre.
-El tío Angus tiene razón-intervino-No hay lobos en esta isla. Lo habrás soñado.
-¡Te juro que los oí!-casi gritó Raven.
La mano de Angus que sujetaba su taza de café empezó a temblar de manera
visible. Leslie le lanzó una mirada intentando calmarle. Elaine había creído que ella
también acabaría convertida en una bestia. Igual que su padre…Igual que su tío…Igual
que su hermano…Y no era así.
-Raven, hija, es mejor que lo dejes-le sugirió Leslie-Lo habrás soñado. Estamos todos
muy afectados por la muerte de Lainie.
-Puede que tengas razón-susurró Raven.
Nicholas se dio cuenta de que había estado conteniendo la respiración.
-Lo olvidaré-decidió Raven.
Roberta respiró aliviada. Odiaba ser testigo de cómo le mentían a su hermana.
Pero era por su bien. ¿Se podía mentir a una persona para protegerla?
-¿Por qué haría eso Lainie?-se preguntó así misma Raven en voz alta-No lo entiendo.
-Nadie lo entiende, hija-se lamentó Angus-Nadie…
Había mucha tristeza en la voz de Raven. Una tristeza que todos compartían.
Nicholas cogió la mano de Roberta y tiró de ella hasta que cayó sobre el lecho.
A su lado...
Nicholas la besó de manera apasionada. Roberta le devolvió todos los besos
que le dio.
-Te amo-le confesó-¡Qué Dios me perdone!
-¡Qué Dios nos perdone a los dos!-exclamó Roberta.
Nicholas la ayudó a despojarse de la bata. Luego, la ayudó a quitarse el
camisón.
-No tengas miedo-le pidió.
Y se dispuso a amarla lo que quedaba de la noche. Buscó la mirada de
Roberta. Aquellos hermosos ojos de color negro le miraban con mucha dulzura. Poco a
poco, entre ellos harían el futuro.
Se convertiría todas las noches de Luna llena en aquel ser bestial. Pero
intentaría no hacerle daño a Roberta. Como su padre y su tío hicieron con sus esposas.
Sentiría aquel dolor que le desgarraba por dentro. Y el saber que estaba condenado.
Vagaría por aquella isla.
Sabía que Roberta estaría siempre a su lado. Se susurraron numerosas
palabras de amor. Se besaron muchas veces. Los labios de Nicholas recorrieron el
cuello de Roberta. Se abrazaron con fuerza. Nicholas acarició el cuerpo de Roberta.
Llenó de besos cada centímetro de su piel. Recorrió con la lengua cada porción de su
cuerpo. La tomó entre sus brazos, haciéndola suya. Y sintió cómo el cuerpo de su prima
se estremecía al tiempo que se estremecía su cuerpo.
Los días que siguieron transcurrieron en paz. Nicholas y Roberta no habían
decidido cuándo iban a hacer públicas sus intenciones.
Roberta encontró a Raven en su habitación. La joven estaba acostada en la cama.
-Te noto distinta-observó Raven.
Roberta se sentó a su lado en la cama. En ocasiones, se sentía tentada a contarle
a su hermana lo que había pasado entre Nicholas y ella.
-Me ha pasado algo-le confió Roberta-Pero no te lo puedo contar.
Raven arqueó las cejas. Sospechaba que, a lo mejor, algún joven estaba
rondando a Roberta. Se preguntó quién sería aquel joven. Pero Roberta no quiso darle
ninguna pista. Raven decidió respetar el silencio de su hermana menor.
-Espero que sea algo bueno-dijo la joven.
Roberta se limitó a asentir. Amaba a Nicholas y él era para ella mucho más que
un primo. ¿Sabría entenderlo Raven?
-¿Alguna vez te has enamorado?-le preguntó a su hermana.
Raven lo negó. ¿Enamorarse ella?
-Nunca he estado enamorada-respondió-No ha aparecido en mi vida el hombre con el
que desee casarme. Tener hijos. Pensé que lo encontraría en Edimburgo. Pero no quiero
regresar allí nunca más. No hay nada.
-Yo creo que el hombre de tu vida está allí fuera esperándote-le aseguró Roberta-Lo que
pasa es que has estado buscando en el sitio equivocado.
-Pareces hablar con conocimiento de causa.
-No te puedo decir nada.
-Respeto tu silencio, Robbie.
La chica se sintió aliviada.
No hablaría todavía de aquel tema con Raven. Pero tenía que contárselo, decidió.
Le habría gustado poder hablar con Elaine. Haber podido tranquilizarla.

ROBERTA

-Éste es mi lugar favorito cuando me transformo-me explica Nicholas-Siento, aún
siendo una bestia, una extraña paz. Vengo aquí casi sin darme cuenta.
-Es un sitio precioso-comento.
Nos encontramos en la cueva que hay en esta isla. Está cerca de los
acantilados. Hay algo extraño en esta cueva. El sonido de las olas…Todo eso transmite
una sensación extraña de paz.
-¿Y qué haces aquí?-inquiero.
-Recuerdo vagamente comer animales-contesta Nicholas-Y, después, venir aquí. Una
bestia que busca la paz.
-No eres una bestia, Nicholas.
Mi primo me sonríe con tristeza. La Luna empieza hoy con el Cuatro
Creciente. No tardará mucho en llegar, de nuevo, la Luna llena. Y eso angustia a
Nicholas.
-No has debido enamorarte de mí, Roberta-me dice-Podría hacerte daño. Tengo
pesadillas. ¡Y me veo a mí mismo haciéndote daño!
-Eso nunca pasará-le aseguro.
Nos sentamos en el suelo de la cueva. Nicholas vive atormentado por su
maldición. No existe cura alguna para él. Puedo percibir el terror que embargó a mi
prima Lainie cuando supo la verdad. El pánico que debió de experimentar cuando se dio
cuenta de que su hermano sufría aquella maldición. Una maldición que pensó que podía
afectarle. Que había terminado con la vida de su padre. Lainie se mató porque estaba
desesperada. Y aterrorizada…
-Fueron los vecinos de esta isla los que mataron a mi padre-me cuenta Nicholas-Y
también quieren matar al tuyo. Les he oído hablar. Tengo miedo por él. Por mi tía
Leslie…
-Mi madre es mucho más fuerte de lo que piensa la gente-afirmo-Hay que ser fuerte
para amar a alguien como tú.
-Amas a una bestia. No es bueno, Roberta.
Niego con la cabeza. No me importa lo que la gente diga de Nicholas. Nos
amamos. Y yo estaré a su lado en la próxima Luna llena. No me asusta lo que pueda
pasar.
Por la noche, voy a la habitación de Nicholas. Me está esperando
desnudo. Me duele mirar su cuerpo cubierto de arañazos. Llevo puesto mi camisón. Me
acerco a él y le beso con pasión en los labios. Hay muchas cicatrices en su hermoso
cuerpo, producto de heridas sufridas mientras está transformado. Lucho por no echarme
a llorar.
Me siento en la cama. Nadie no sospecha nada de lo que ha pasado entre
Nicholas y yo. Yo quiero hablar con Raven. Pero no me atrevo. Sospecho que no podría
entenderlo.
Mi hermana ha cambiado. Pasa más tiempo encerrada en esta casa que en la
calle. Antes, le gustaba salir de casa. Cuando aún vivía Lainie. Las dos estaban muy
unidas. Pensaban de una manera similar. Pero Lainie ya no está. Aunque yo esté con
ella, Raven se siente sola.
-No entres aquí cuando llegue la Luna llena-me pide-No estaré.
-Pero estaré esperándote-le prometo.
Nicholas se sienta a mi lado en la cama. Me mira con gesto dolorido. Tiene
mucho miedo de hacerme daño. Alza su mano para acariciar mi rostro con la yema de
los dedos. De algún modo, intenta transmitirme el terror que siente al pensar que podría
hacerme daño. Aún cuando yo sé que eso nunca pasará.
Me olvido de todo cuando Nicholas me besa apasionadamente mientras
me tumba en la cama. Cuando me despoja de mi camisón. Cuando mi pelo se extiende
sobre su almohada. Cuando me acaricia con las manos. Cuando me abraza. Cuando
cubre de besos cada centímetro de mi piel. Entonces, pienso que no va a pasar nada
malo.
NICHOLAS:

A la hora del té, me reúno en el comedor con mi prima Roberta y con su
institutriz, miss Muir.
Miss Muir remueve su taza de té con la cucharilla y bebe un sorbo.
-Debo decir que estás prosperando mucho, Roberta-felicita a mi prima-Por lo menos, ya
sabes caminar erguida. Sólo me falta que aprendas a tocar el piano.
-Todavía no entiendo para qué quiere que aprenda a tocar el piano-comenta mi prima-
No vive mucha gente en esta isla.
-¡Pero querrá ir a Edimburgo! Toda joven sueña con su puesta de largo.
-Y yo sueño con mi puesta de largo. Pero no sé todavía lo que quiero hacer. No quiero
irme de aquí. Es mi hogar.
-Tiene que viajar a Edimburgo para ser presentada en sociedad.
Bebo un sorbo de mi taza de té.
Intercambio una mirada nerviosa con Roberta. No quiere separarse de
mí. Pero esta noche habrá Luna llena. La primera Luna llena desde que los dos
descubrimos lo que realmente sentíamos el uno por el otro.
-Edimburgo es una ciudad preciosa-intervengo-Te va a gustar mucho, Robbie. Yo te la
enseñaré de mil amores.
-¿Lo dices en serio?-inquiere maravillada.
No estamos pensando precisamente en Edimburgo. Estamos pensando en
el tiempo que pasaremos juntos en esa ciudad.
-Te lo prometo-le aseguro.
Roberta me dedica la sonrisa más angelical del mundo. Tengo miedo de
lo que pueda pasar esta noche. Me aterra la idea de hacerle daño a Roberta. He de
alejarme de su lado en cuanto caiga la noche.
-Esta noche, no podré cenar con vosotras-le informo-Dile a mi tía que me excuse.
-¿Adónde va?-quiere saber miss Muir-¡No puede irse así como así!
No le contesto.
Roberta coge una pasta. Le da un mordisco. Mientras, clava sus bonitos
ojos negroses en mí. De algún modo, entiende los motivos por los cuales he de estar
lejos de ella esta noche. Y lo comprende. Todo irá bien, parecen querer decirme sus
ojos. Y yo quiero creerlo. Igual que ella también quiere creerlo.
-Mi primo tiene sus motivos para no cenar con nosotras esta noche-afirma Roberta-Le
ruego que le disculpe si le disgusta el no poder saberlo. Pero el cotillear es un vicio que
está muy feo. Usted misma me lo dice.
-Lo que no quiero es que la gente de la isla hable mal de tu primo-se defiende miss
Muir-Su reputación podría afectarte.
-Mi reputación no tiene porqué afectar en nada a Robbie-intervengo-Lo que yo haga no
tiene nada que ver con ella. Los vecinos pueden criticarme. Pero no pueden criticarla a
ella. Robbie nunca haría nada malo.
Miss Muir se pone roja de vergüenza.
Roberta disimula una risita. A veces, sospecho que le gusta meterse con su
institutriz.
-Voy a bajar al sótano-me dice mi tío Angus-Ten mucho cuidado, Nick.
-Siempre tengo cuidado, tío-le aseguro.
-¡Qué Dios te bendiga!-exclama mi tía Leslie-Y que te proteja.
Los veo bajar al sótano.
Pienso en su vida en común. Admiro a mi tía Leslie. Me recuerda mucho a mi
madre. Hay que ser muy valiente para amar a una bestia. Para encadenar a su marido a
la pared para proteger la vida de sus seres queridos. Para pasar la noche levantada y en
vela, preguntándose si las cadenas que lo atan no se soltarán. Mi tía Leslie, a pesar de
todo, ha intentado seguir con su vida, a pesar de todo.
Empieza a caer la noche.
Salgo por la puerta de la cocina.
Alzo la vista al cielo apenas he caminado unos pocos pasos.
Y allí está ella. Redonda...Brillante...
Y empieza el dolor.
Un dolor que se apodera de todo mi cuerpo. Un dolor que me hace gritar.
Que parece que está desgarrando mi piel. No puedo evitar caer de rodillas al suelo. Lo
único que pido es que se detenga. Pero ese dolor parece que me está lacerando todo el
cuerpo. Pienso que voy a morir. No quiero que la angustia se apodere de mí.
No recuerdo nada más. Sólo sé que me rodea la oscuridad. Oigo el
aullido de una bestia. Un aullido cargado de dolor y de desesperación...Gruñidos que
salen del fondo de mi garganta. Y un hambre terrible se apodera de mí.
Comida...He de buscar comida.
Pasan las horas.
Me despierto completamente desnudo y acostado en mi cama. Me fijo
en que no estoy solo, sino que Roberta está a mi lado.
-¡Te has despertado!-exclama.
Lleva puesto su camisón. Con su pelo suelto, es la imagen más hermosa
que jamás he visto.
-No te he hecho daño-digo, casi llorando.
Roberta apoya la cabeza sobre mi pecho. Yo acaricio su pelo.
-Sabía que no me harías daño-afirma en tono triunfal-¡Lo sabía, Nicholas!
Nos besamos en los labios. No puedo dejar de besar a Roberta. No
puedo dejar de abrazarla con fuerza. De acariciarla.
-Tenía mucho miedo, Robbie-le confesó.
-Algún día, la maldición se acabará-me dice ella-Buscaremos la cura. ¡Todo terminará,
Nicholas! No sé cómo. ¡Pero terminará! Yo tengo fe en ello.
-No terminará nunca, Robbie. Va de padres a hijos. Si tenemos algún día un hijo varón.
Entonces...
-¡No pasará nada! ¡Te lo juro! La maldición no le afectará. Antes, le buscaremos un
remedio.
Abrazo con fuerza a Roberta. Al besarla, quiero contagiarme de su
optimismo. Los besos que nos damos están llenos de esperanza y de amor. Nos
abrazamos. No podemos dejar de abrazarnos. Beso a Roberta en el cuello. Lleno de
besos cada centímetro de su cuerpo.
Y quiero pensar que tiene razón cuando me dice que la maldición
acabará algún día. ¡Ojala se haga realidad nuestro deseo y este calvario termine! Será
sólo un mal recuerdo.

FINAL:
Amar a una bestia.
Es algo duro. Muy difícil…
Roberta se entrega a Nicholas.
Él puede estar lejos de ella. Siendo una bestia.
Pero vuelve a casa para recorrer aquel cuerpo tan amado por él. Lo recorre con
sus manos. Lo recorre con su boca. Se besan muchas veces en los labios. Se besan de
manera dulce y larga. Se besan con pasión. Se besan de forma tierna. Se abrazan. Se
besan otra vez de manera prolongada. Nicholas llena de besos cada porción de la piel de
Roberta. Recorre su piel con la lengua. Es seda, piensa. nos entregaremos al éxtasis, y
descubriremos juntos el amor.
Hay amor entre ellos. Hay verdadero amor entre ellos.
Roberta es la razón de ser de Nicholas. Es ella quien lo hace más humano en sus
noches lejos de ella, convertido en una bestia. Su grado de humanidad…
Vuelve a ella. Vuelve para cubrir su cuerpo de besos. Para cubrir de caricias su
cuerpo. Para lamerla. Para chuparla. Para abrazarla y sentir que los dos se pertenecían
mutuamente. Se pertenecían mutuamente. Se poseían.
Se amaban.

FIN



Image and video hosting by TinyPic

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tu comentario, en breve será visible en cuanto sea aceptado por la administración del blog.